Todas las personas que trabajan en nuestra Escuela de Música Sinfónica aportan su granito de arena para que la experiencia de nuestros estudiantes sea eficiente, amena, y provechosa para su vida.
No solamente enseñamos música, sino que procuramos crear un entorno creativo e inspirador, donde nuestros niños y jóvenes crezcan como artistas, como profesionales y como seres humanos.
Una de esas personas que trabaja con vocación y excelencia es doña Mayda Vargas, quien tiene 26 años de trabajar en la institución, en el área administrativa como secretaria. Hoy conoceremos más sobre ella.
Una generaleña con vocación de servicio
Doña Mayda creció en Bolivia de Platanares; es una generaleña de pura cepa. “Era un pueblito muy sencillo, muy bonito; demasiado tranquilo, con gente humilde y trabajadora. Ahí siempre me gustó participar en grupitos de jóvenes y en el coro de la Iglesia”. De hecho, ella formaba parte de espacios comunitarios con sus hermanos y amigas.
No obstante, hace 27 años se fue a vivir a Quebradas donde se casó. Un año después de mudarse, ingresó a trabajar a la Escuela de Música Sinfónica. “Ya hace ratillo”, dice.
Cuando inició en 1996, la escuela se ubicaba en un local de la Municipalidad. “Era un lugarcito pequeño, pero ahí cabíamos todos; era una cosa increíble. Muy sencillo, pero siempre con ese amor que caracteriza a la gente que ha trabajado en la Sinfónica: profesores, juntas directivas, estudiantes, padres de familia hermosos”, opina ella.
“Siempre he visto eso, que la Escuela se ha definido por gente que es como una luz para los chiquillos que quieren salir adelante”.
Una funcionaria desde los primeros días de la Escuela
Doña Mayda recuerda que la Escuela la inició su hermano Wilberth Vargas en 1994. “Yo empecé ayudándole y luego la Junta Directiva me contrató y en 1996 empecé a trabajar más en serio”.
“Wilberth ya se pensionó y la actual directora, Laura Mesén, ha sido también para mí una persona increíble que siempre me ha apoyado”, afirma.
Ella recuerda que al principio era muy diferente. “Yo trabajaba con máquina de escribir, y el ICE nos puso un teléfono público ahí en la escuela, para que los estudiantes llamaran por cobrar a los papás para que los fueran a recoger a la salida de clases”, rememora con cariño doña Mayda.
Para ella, la Escuela de Música Sinfónica de Pérez Zeledón ha dejado huella en muchísima gente. Recuerda que una vez hablando con docentes, una maestra le decía que en las escuelas donde había trabajado y coincidía con estudiantes de la Sinfónica, siempre se reconocían por ser más tratables, amables y pacíficos.
“Yo siento que la Sinfónica ha sido de gran impacto no solo para la gente del cantón sino incluso fuera de aquí”. Doña Mayda recuerda, por ejemplo, el paso por la institución de personas de Venezuela, España y Estados Unidos.
Hay anécdotas donde me ha pasado que llego a algún lugar y me atiende un ex alumno de la escuela. “Una vez llegué al hospital y la doctora me preguntó si me acordaba de ella; había sido estudiante de la Escuela. Siempre me reconocen, pero ellos cambian mucho”.
“Yo me acuerdo de los chiquillos que se sentaban en la banquita de afuera, con pantaloncillo corto, a esperar que los recogieran sus papás. Me acuerdo de uno que siempre esperaba al abuelito, ahí asustadillo cuando el abuelo se tardaba, y ahora es todo un profesional”.
Ella también celebra el cambio de edificio. “Gracias a Dios, la Municipalidad nos prestó el otro edificio durante tantos años, pero el que tenemos ahora es una maravilla, es otra cosa completamente. Pero bueno, todo ha sido de bendición, yo no tengo nada malo que decir de la Sinfónica”.
¿Por qué le gusta trabajar en la Escuela de Música Sinfónica?
Doña Mayda asegura que lo mejor de estos años de trabajo en la Escuela ha sido toparse con gente muy especial: padres de familia, juntas directivas y profesores (aunque algunos ya se pensionaron o se fueron para otro país).
También afirma que sus compañeras de oficina han sido de gran apoyo personal para su desarrollo y en la planificación de cada proyecto de la Escuela.
“Yo siempre estaré muy agradecida con Dios por haber vivido tantas cosas maravillosas y conocido tanta gente buena que ha pasado por la Sinfónica; y además trabajar con jóvenes siempre ha sido para mí como una inyección de energía, los chiquillos le transmiten a uno esa juventud, esa energía que ya a uno se le fue y que yo agradezco tanto”, dice riendo.
“Ha sido una experiencia increíble en mi vida. La Escuela de Música Sinfónica es mi segundo hogar”, finaliza ella con convicción.
Si usted tiene hijos, sobrinos o nietos que quieren tener la oportunidad de estudiar música en nuestra escuela, contáctenos de inmediato, le asesoraremos con gusto. De esa forma ellos también podrán conocer de primera mano todas esas “cosas buenas” de las que habla doña Mayda. ¡Esperamos su correo!